"Pero si cuando tienes polola, para que necesitas a los demás?" me dijo un amigo (o medio amigo, es más bajo que Demetrio) hace unos días entre copas, luego de que yo ironizara el hecho de que no lo veía entre nosotros hace mucho tiempo. Tal frase y convicción, sumado a la mueca cerebral que me causó, me dejaron sin saber qué responder. Como es usual, los días dejaron esto guardado.
La Mari es a veces práctica y ayer me hablaba de cómo son las personas. Algunas. "Ellos dos son iguales, así que están felices juntos". Lo guardado despertó, molestando como niño llorón en bus interurbano. Y de noche.
Definitivamente uno no conoce el dark side de una persona hasta que la ve con alguien. Ser con alguien. Y el efecto a veces es aplastantemente aterrador. Están aquellos(as) cuyos cambios son sutiles, como florecimiento de sensibilidad, disminución del consumo alcohólico medio, o disminucion del ratio [tiempo a los amigos]/[tiempo de ocio total], pero también encontramos aquellos que sufren transformaciones a escalas cósmicas: asborción de la pareja ("yo quiero que seas mi apéndice"), dependencia endógena (reflejada en el efecto "lapa" y "sinapsis neuronal aparejada") y negación absoluta de los amigos, de su existencia y utilidad práctica.
Antes de seguir, una aclaración: no sé si algunos de estos casos tienen solución (si eso esperaba deje de leer, que no soy ni psicólogo ni carpintero), o si simplemente evolucionan o involucionan con el tiempo. Tampoco sé a qué categoría correspondo, o si rondo alguna clasificable. Lo que sí sé es que estoy en una posición que me permite ver las cosas con cierta perspectiva: la del machopensante que cree tener la razón (hay otra?).
Si los dos personajes implicados son de la misma categoría (clase, o calaña, como prefiera usted) no habrá mayores dificultades, ya que ambos estarán felices de corroerse o parasitarse mutuamente, interpretando cada muestra de unicelularidad colectiva como un acto de cariño sincero, y con el tiempo matemáticamente tenderán a cero o a un mini big bang en sentido inverso con la consecuente exterminación mutua e inocua para el resto. El problema surge cuando las dos personas son distintas. Las diferentes posturas tiran como de una cuerda de 14 puntas (podrían ser más o menos, no he ahondado en ese aspecto aún), y encontrar el balance es una empresa complicada, de paso lento, de ajustes pequeños, que de resultados a corto plazo es dificil hablar. Y si ese proceso no es asumido puede ser terminal. Y el big bang sí tendría su sentido natural, con variados e interesantes efectos colaterales.
Al final, todo este asunto de los cambios y sus efectos es como la sal: si le echas un poco realzas los sabores y logras que tus sentidos los capten con más intensidad, con lo cual el agrado y disfrute es bastante mayor; pero si le agregas demasiada pasa a ser insoportable y lo único que se siente es el sabor a sal. Pura, seca, pesada. Inaguantable. Insostenible.
Así que es mejor comer sano y no usar mucha sal; tampoco dejarla de lado completamente, si no ¿cual es la gracia?. Sólo recomiendo tener en mente que los extremos siempre son malos (con algunas excepciones para mayores de 18 años...)
jueves, 22 de febrero de 2007
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5 comentarios:
Muy de acuerdo...
Muy cierto, todos los extremos son malos y sin razones siempre llegamos a eso, buenisimo!
yo desde que me dijieron algo parecido y note que en mi tiempo de emparejamiento decidi no caer en eso aunque creo que es la razon que sigo soltero.
buenas analogias
saludos
Si el amor es en escencia un sentimiento altamente agüoeonao!!! (voz de bonvallet), no es de extrañar que uno caiga en esos excesos takillas.
En mi caso, cuando estoy con la Carola y me llama un amigo para carretear, le digo "puedes irte al puto carajo!!!", con todo el cariño del mundo.
Es que las cucharitas son una huevá irremplazable... como el charquicán...
Bueno bueno. Estas transformaciones la he visto muy a menudo, gracias a Dios no he sufrido ese tipo de cambios hormonales, jaja.
Trata de avisarme cuando actualices para mantenerme al día. Cuidese.
Un Abrazo,
Aravena.
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