viernes, 8 de junio de 2007

El ninja chileno

Tuve la fortuna el otro día de asistir a la inauguración de la exposición de dinosaurios que estará en nuestro país hasta Septiembre; auténticos fósiles prehistóricos en excelente estado de conservación, desde restos de huevos, embriones, huesos y cráneos hasta esqueletos completos.
Aunque mi expectativa era sorprenderme con todo esté edén palenteológico, el decubrimiento (al menos para mí) de un grupo oculto de seres se llevó toda mi atención y a otra escala mi capacidad de asombro: el chileno de inauguración.

Cuando llegué al lugar ya había mucha gente, y la ministra actual de educación pronunciaba un sonoro y emotivo (y desordenado, no está de mas decir) discurso. Algunos la escuchaban, otros miraban con interés los huesudos protagonistas del pasado y otro grupo (la mayoría) se aglomeraba cerca de las mesas llenas de copas que anunciaban el cóctel (o cotelé) por venir. La ministra cerró su discurso, y alguna silenciosa voz dió el vamos a los mozos; el chileno de inauguración estaba por emerger.

El chileno de inauguración asiste a eventos como estos con un único objetivo: tomar, comer y desaparecer. Está ojo avisor de los mozos, se sitúa en lugares estratégicos para interceptarlo mientras pasa con su bandeja de tragos, canapés, o lo que sea, cerca de la salida de la cocina o en las rutas que les descubre gracias a su experiencia. Se lanza a ellos como si no hubiese comido en 3 días y engulle lo que sea. Y si la bandeja pasa vacía, igual tira la mano por si hay algo que no ve. Es como un ninja, un ninja chileno. Pero sin traje ad-hoc ni pulentas estrellas voladoras, sólo el instinto voraz.

Vi caras de terror de los mozos, vi sus esfuerzos por esquivar cual Caszely a individuos de ojos brillosos para atender a personas que pacientes esperaban les llegara algo; vi a un hombre de apariencia normal que en una mano cargaba un pisco sour, en la otra una coca-cola zero, y en la boca unos 2 kilos de comida, desafiando la física (como hizo eso?!); ví niños corriendo tras un espantado mozo, como ratitas (de asequia) que siguen a su flautista de Hamelin. Vi señoras empujando y vociferando con el rostro transformado, alegando por la poca cantidad de sushi (es decir, viejas culiás. Para mayor referencias ver texto anterior, VC en el 2007). Incluso creo haber visto un abuelo masticando y babeando una reluciente tibia de Tyrannosaurus.

Este ninja chileno se apoya con sus pares, se alientan, se miran y sonríen entre ellos , ya que saben que hacen algo que no deberían y que el dulce y tierno abrazo del efecto masa les permite lograr: mientras más gente, más anónimo el ninja está. Es un oportunista de excepción, porque sabe que en el evento habrá para beber y comer, y las condiciones le permitirán acceder a todo eso y de la forma que lo motiva: gratis.

Mientras veía ese espectáculo e intentaba no sumarme y asaltar el alimento, pues reconozco estaba hambriento y el picoteo sabrosón, imaginaba de qué hablarían nuestros ya amigos fósiles, testigos silenciosos del espectáculo: "estos hueones, cada siglo menos evolucionados..."