lunes, 20 de mayo de 2013

Queso


Cada vez que compro queso en el mesón me acuerdo de mi mamá. De pequeño me gustaba acompañarla a esa parte del supermercado porque en vez de elegir por la marca o su envase, lo hacía probando. Primero miraba y luego pedía un pedazo de los que le llamaban la atención; si ninguno le gustaba pedía otro. Me hacía probarlos con ella y yo me sentía importante, tomándonos todo el tiempo del mundo.

Sin quererlo creo que me enseñó algo que hoy estoy entendiendo de nuevo: la única forma de saber si algo te gusta es probándolo, tomándote tu tiempo, leyendo si sonríes.

Y parece que hoy sé que queso quiero comprar.

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